Aquello era lo único que me quedaba, vagar sin rumbo ¿qué otra opción tenía?
Estaba perdida, lejos de todo y cuando conocía. También estaba lejos de la razón.
No estaba completamente segura de poder aguantar firme a la intensa borrasca que se avecinaba. Cientos de preguntas azotaban mi mente, intentaba eludirlas, necesitaba dejar mi mente en blanco para tener por lo menos algo que me atara a la cordura.
Fue inevitable que la gente me mirase al pasar, debía tener un aspecto horrible.
Cuchicheaban, podía escuchar como sus labios se juntaban y como se volvían a separar en un frenético sube y baja. Rompiendo el silencio, rompiendo mi alma.
La civilización entera estaba a mi alrededor.
Pero sus voces sonaban lejanas, con eco... como si no estuviesen allí.