La imbécil.
La condenada.
La que cae siempre con la misma piedra.
La que va contemplar estrellas a ninguna parte.
La que juraba que no iba a dejar que su corazón se desbocara.
Sola, recluida en el silencio, y gritando al eco de las esquinas vacías de su mente.
La que quiso morir de risa
y se estremeció al descubrir que de su corazón sólo podían salían lamentos.
La del corazón vacío.
La del corazón maldito.
Aquella de alma negra y alas quebradas.
El ángel que quise ser.
El ángel caído que soy.
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