lunes, 18 de febrero de 2013

Lo llamaron progreso.

  Por nuestra propia salud mental queremos afirmar que los mayas tenían razón sobre el 2012 y sobre el cambio del mundo que conocíamos hasta entonces.



  Se reúnen los diecinueve enmascarados. A la hora de siempre, en el lugar de siempre.
  Negras túnicas que pululan alrededor de la mesa alargada de madera de pino. Sin adornos, sencilla y refinada a la vez. Veinte vasos de agua que reposan delante de veinte sillas a juego.
  Es la hora acordada y el número veinte llega llamando la atención con su túnica color rojo.
  Se sientan, y sin mediar palabra pone una carpeta marrón a su izquierda y un revolver a su derecha. Levanta la vista y manda a todos que se quiten la capucha. Se miran. Mark exige atención, y en el momento en el que diecinueve pares de ojos se fijan en él, recorre lentamente sus rostros, intentando recordar cada uno de sus rasgos. Ha pasado demasiado tiempo, pero ellos se conservan jóvenes.
En aquella estancia nadie tiene nombres, tan solo números.
  Un diagrama explicativo se puede observar en un lado de la pared: los veinte se dividen en cinco grupos (cuatro en cada uno) correspondiéndose con los gremios más temidos de todos los tiempos.
  El grupo uno lo componen inventores e informáticos, responsables de la acumulación de datos privados de vidas ajenas y del control mental de la población.
  El grupo dos está compuesto por cuatro de los mayores tiranos de la historia (Hitler, Zedong, Mussolini y Franco), capaces de controlar un enorme ejército y de calmar a las masas enfurecidas.
  En el grupo tres todos son jeques, los encargados del tráfico de armas y drogas, además de aportar la mayor parte del dinero.
 El grupo cuatro lo componen uno de las gremios más temidos: economistas y especuladores financieros. Los culpables de la decadencia de nuestra era.
 Finalmente, el grupo cinco es el de los Illuminati, que acertaron en sus premoniciones.
 

-Sé que estáis todos vivos de milagro. Yo mismo he tenido que sufrir bastante para continuar con vida. Por eso, ahora que estamos todos bien y perfectamente cuerdos, me gustaría que decidierais entre la vida y la muerte- adelanta un poco más los dos objetos que ya reposaban sobre la mesa.

  Atónitos se intercambian miradas, pero a la vez sin cambiar la cara de póker usual en todas y cada una de las reuniones.

-La respuesta puedo deducirla por vuestras miradas, pero os daré otra oportunidad. Levantad la mano quien deseéis morir –silencio-. Me lo imaginaba.

Mark soltó una sonora carcajada que resonó en toda la estancia.

-En esta carpeta tengo un plan. Es el momento perfecto para reconstruir el mundo. Tenemos el material necesario en nuestra propiedad y nuestro dinero equivale al 100% de la riqueza mundial. En nuestras manos está el futuro y el destino. Me gustaría jugar un poco, y he de confesar que tengo en la mente un mundo ideal en el que todos serán iguales, pero estarán todos a nuestros pies. Se acabó la libertad. El mundo será un lugar informatizado en el que todos trabajarán para nosotros mientras intentamos buscar, no sé, quizás un nuevo planeta que explotar tal y como hicimos con la Tierra. Ya se nos hace demasiado pequeño, ¿no creéis? –calló.- ¿Quién quiere morir ahora?

  Tras unos instantes de tensión número tres alzó la mano. Dudó durante unos instantes, pero en cuanto fue consciente de que ya tenía la mano levantada se sintió seguro de lo que quería. De sus ojos querían brotar lágrimas, pero se mantuvo firme.
  Mark cogió el revolver de la mesa y lo cargó mientras lo apuntaba directamente a la cabeza. Ante todo, no quería que ninguno de sus hombres muriese sufriendo.

-¿Por qué, número 3?
-Alá no querría eso.
-¿Te limitas a decir lo que quiere tu  Dios? Los Dioses murieron, ahora somos nosotros. Asúmelo. Sal al exterior y mira lo que te rodea, ¿crees que Alá querría que tuvieras que caminar con máscaras porque el aire que nos rodea nos matará a todos?
-Quizás sí, quizás no existan los Dioses. Pero no quiero ser cómplice de esto. Prefiero morir a vivir y ver tal abominación.
-¡Márchate! –Mark hizo un gesto con la pistola incitando al árabe a levantarse.
-¿A dónde, Mark?

  Mark lo siguió con la pistola a medida que se levantaba. Soltó una carcajada por un chiste imaginario y le dijo:
-A tu cielo.

La sangre rebotó del pecho de número tres salpicando a Mark en la cara (descompuesta por la esquizofrenia) y dejando un rostro de terror en las dieciocho personas supervivientes que estaban aquella noche maldita en esa sala.

-¿Alguien más?

miércoles, 13 de febrero de 2013

La persona de tu vida.

Llegará un día en el que la persona de tu vida pasará a tu lado,

mientras tú estás agachado escribiendo tonterías sobre la soledad.